De la tecnología transgénica a la edición génica: las posibilidades de la biotecnología
La tecnología HB4 es transgénica. La clave se encuentra en la extracción de un gen del girasol, el HaHB-4, y en su implantación en los cultivos de trigo y soja. Es el gen responsable de brindar una mayor tolerancia al estrés hídrico.
El trigo HB4 y la soja HB4 son desarrollos que se hicieron posibles gracias a la tecnología transgénica. Sin embargo, la biotecnología como herramienta cuenta con otras opciones para impulsar cultivos más tolerantes a las sequías. Un grupo de investigadores chilenos se encuentra trabajando con la edición génica, tipo de ingeniería genética que modifica la cadena de ADN sin incorporar genes externos.
Una urgencia a nivel mundial
El estrés hídrico es uno de los mayores problemas que enfrenta la humanidad en el plano medioambiental. Se trata de una afección que se encuentra en estado de constante ascenso: la crisis climática genera un aumento de las sequías tanto en su intensidad como en su duración.
La escasez de agua perjudica de forma especial a la producción agrícola. Los cultivos se ven reducidos, las campañas dan pérdidas en lo productivo y en lo económico, y se genera desabastecimiento de alimentos en el marco de una población global en expansión.
Desarrollos como los cultivos HB4 se presentan como una alternativa para hacer frente al problema. Pero, como bien expone Raquel Chan, la científica que encabezó la investigación que hizo posible la tecnología transgénica, es preciso trabajar en más opciones.
El rol de la biotecnología
La biotecnología es una herramienta que aporta la ciencia para hacer frente a la urgencia del estrés hídrico. Ofrece muchas más posibilidades que los desarrollos transgénicos, por lo que resulta ideal para trabajar en diversas alternativas.
La tecnología transgénica es una de sus opciones. En el caso de los cultivos, consiste en la implantación de un gen de una planta en otra.
El de HB4 es el ejemplo más claro. El desarrollo se hizo posible gracias a la identificación de un gen del girasol, el HaHB-4, que es el encargado de darle a la planta su característica tolerancia al estrés hídrico.
Mediante técnicas de ingeniería genética, el gen fue implantado en trigo y soja. De esta forma, los cultivos mencionados desarrollaron una respuesta más favorable a la escasez de agua en comparación a sus pares convencionales, los no transgénicos.
¿Qué pasa con la edición génica?
Es otra de las alternativas que presenta la biotecnología. A diferencia de la transgénesis, en este caso el trabajo se da sobre los genes de una misma planta, alterando su cadena de ADN.
En materia de producción agrícola, la tecnología transgénica ya es una realidad. Los eventos HB4 cuentan con aprobación en numerosos países del mundo y sus rendimientos fueron comprobados en diversos ensayos.
La edición génica, en cambio, es una hipótesis que está siendo ensayada. Un grupo de investigadores chilenos se encuentra trabajando con la técnica con el fin de desarrollar una variedad de trigo que, al igual que el HB4, presente una mayor tolerancia al estrés hídrico.
Las claves, en la voz de un protagonista
El proyecto de investigación es impulsado por una startup chilena que se llama Neocrop Tech. La integran Daniel Norero, ingeniero agrónomo, Francisca Castillo, bioquímica especializada en genética, y Sebastián Castillo, ingeniero informático que se especializa en Inteligencia Artificial.
El ingeniero agrónomo participó en agosto de 2023 de un congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid). En este marco, compartió algunas de las claves de su trabajo.
En primer lugar, se refirió a lo complejo que resulta abordar la cuestión de la tolerancia al estrés hídrico con técnicas biotecnológicas. Al respecto, expresó que es un rasgo que no depende de un solo gen, sino de muchos. Lo que los lleva a trabajar desde varios enfoques.
También reveló que uno de sus objetivos es disminuir el tiempo que requiere el desarrollo de una nueva variedad de cultivo. Dijo que, en el caso del trigo y otros cereales, es algo que puede demandar entre 12 y 15 años, lapso demasiado grande para la urgencia que implica la crisis climática.
Por último, compartió su deseo de que el proyecto trascienda lo experimental y llegue al plano de los cultivos comerciales. Es un plan que piensa para implantar tanto en la Argentina como en Chile.