Soja
Altas sequías: Bolivia sufre una dura pérdida en su producción de soya

Altas sequías: Bolivia sufre una dura pérdida en su producción de soya

Fernando Romero es el presidente de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo de Bolivia. En una conferencia de prensa que brindó en Santa Cruz de la Sierra, indicó que las pérdidas del cultivo representan una afectación económica de unos 300 millones de dólares.

La campaña de verano 2023-2024 de soya en Bolivia llegó a su fin y los resultados son desalentadores: se perdieron 800 mil toneladas de granos en comparación a la temporada anterior. El estrés hídrico es la explicación: la región del país donde se concentra el 55% de la siembra sufrió la peor sequía de los últimos 30 años. Ante lo sucedido, Anapo planteó la necesidad de aprobar la tecnología HB4.

Una pérdida esperada

Ya en el mes de marzo, la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) de Bolivia había informado que las expectativas para la campaña de verano 2023-2024 no eran las mejores.

La organización boliviana manifestó entonces que se esperaba una pérdida de al menos 600 mil toneladas de soya en comparación a la campaña anterior. La causa: la sequía prolongada que tuvo lugar en el territorio desde el mes de noviembre de 2023, cuando se sembró el cultivo.

Fernando Romero, el presidente de Anapo, habló al respecto y profundizó sobre los motivos del bajo rendimiento. Dijo que la sequía en la región continuó concluida la siembra y que esto dificultó el desarrollo normal del cultivo en momentos de llenado de grano.

También adelantó que el abastecimiento interno estaba garantizado, ya que solo demanda el 20% de la producción. Las pérdidas, en cambio, se plasmarían en las exportaciones en grano, harina y aceite, que es donde se destinan los excedentes.

Un resultado adverso

El presidente de Anapo había expresado en marzo de este año que aún se podía alcanzar una producción de al menos 1,7 millones de toneladas de granos de soya. Pero los resultados finales fueron más desfavorables de lo esperado: las pérdidas alcanzaron las 800 mil toneladas.

La escasez de agua padecida en la región fue la gran causa. Gracias a la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo, ahora se sabe que las zonas productoras del cultivo sufrieron la peor sequía de los últimos 30 años.

Las zonas más afectadas fueron las productivas de Santa Cruz, entre las que se encuentran Pailón, Cuatro Cañadas, San Julián y San José de Chiquitos. La importancia de estas regiones se dimensiona mejor si se conoce que entre todas concentran más del 55% de la superficie que se destina en Bolivia al cultivo de soya.

Las consecuencias generales

Romero fue más concreto e hizo referencia a las pérdidas económicas que supone la baja producción. Según sus palabras, la afectación se estima en 300 millones de dólares.

Las pérdidas son mucho más graves de lo que se imagina si se tiene en cuenta que alcanzan a toda la cadena de valor vinculada al cultivo de la soya. 

El propio Romero explicó que la crisis pone en riesgo la seguridad alimentaria del país. La clave se encuentra en que los granos de soya ocupan un lugar fundamental en la cadena de producción de alimentos estratégicos tales como el maíz, el trigo, el sorgo y el girasol.

Cómo enfrentar la crisis

La asociación agrícola con sede en Santa Cruz de la Sierra se manifestó acerca de las acciones que se pueden implementar para hacer frente a la situación adversa.

En primer lugar, se propuso la reprogramación de créditos bancarios que involucran a todos aquellos productores agrícolas que se vieron afectados por las sequías. Al mismo tiempo, se habló de crear un fondo de reactivación para que la carga financiera de dichos productores se vuelva menos pesada. 

Una de las ideas más destacadas es la que involucra a la tecnología HB4. Pensando en hacer frente a futuras sequías, Anapo habló de la necesidad de aprobar los eventos transgénicos, en especial la soja HB4.

No sería el primer país sudamericano en hacerlo: Argentina, Brasil y Paraguay ya dieron el visto bueno a este evento de Bioceres para siembra y consumo.

Para Bolivia, la clave se encuentra en que la presente sequía no debe ser considerada como una excepción. La crisis climática a nivel mundial demuestra que el estrés hídrico es un problema que se agrava y que puede afectar seriamente las producciones agrícolas en los próximos años.